Escrita el 28 de febrero 2014, 2:36 AM
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Ya te fuiste, pero te dejo ir
Escrita por Julia Carrasquel
Yo sé que ya no eres mío, pero no sabía que ya eras de ella. Te lo dije, me lo dije (varias veces!), pero no lo quería saber. Y es que tener la razón es una vaina: la quieres, y cuando la obtienes quieres regresarla, como aquel sombrero anaranjado pálido que me trajiste de los Barbados hace años. De tantas cosas bonitas que uno puede encontrar en esa isla del Caribe, me traes un sombrero que ni me queda... pero me rio porque igual me encantó. Por ser de tí, claro.
Yo sé que no cabía, pero igual traté. La música es tu mundo y no es lo mío, pero yo igual soñaba con acompañarte entre notas y toques. El talento lo reconoce cualquiera, pero por alguna razón nunca pude convencerte de lo que veía en ti si los demás no lo hacían. La música me quedó grande.
Yo sé que no debería, pero quiero. Quiero recordarte bonito. Tengo tantas cosas de ti en mí hoy, que sería un desperdicio dejarme llevar por estos nudos en la garganta y espadazos a mi ego. Con los años la motivación me la multiplicaste y la indecisión se fue con paciencia y cientos de “tu si puedes.” Y es que para qué olvidarte? Si te conozco tanto como tú me conoces a mi. Si sé que a pesar que tu amor propio siempre ha sido mayor que el mío, y que mi sentido de independencia es mucho más sincero que el tuyo, vales la pena recordar.
Yo sé que es difícil, pero tengo que aceptar que esa casa californiana, llena de gatos y perros y de una isla enorme en la cocina, no era para nosotros. Era para una pareja dispuesta a trabajar los sueños propios por un futuro nuestro. Una pareja que no entendía que por más que quisiera, no estaba hecha para siempre. Por eso hoy, agarro todo este cariño, estos recuerdos, tus sonrisas y sorpresas, mis besos y los tuyos, y te dejo ir.
Ya te fuiste, pero te dejo ir.
Yo sé que ya no estamos juntos, pero sigues siendo ‘Bonito’ en mi celular. Sigo usando esas botas marrones que un día me compraste, cansado de saltar y saltar conmigo de una tienda a otra. Sigo marcando el 7 de cada mes, aunque hoy solo sea un numero más. Sigo imaginando tu mano agarrando la mía mientras pasábamos por ese restaurante cuyo nombre nunca me sale bien.
“Regata no, Julia”, siempre me decías con una sonrisa entre dientes. “Se llama Trattoria Florentina”.
Eso eso, Bonito.
Yo sé que debo, pero cómo botarlas si por casi cuatro años fuiste mío. Dos cajas y media llenas de ti siguen debajo de mi cama, tratando fuertemente de olvidarte, de enterrarse. Es que además de los recuerdos, las cartas de gatitos, y globos de aniversario, las cajas emanan esta energía indescriptible que por tanto tiempo me llenaba y me decía buenas noches. Que me entendía sin yo decir una palabra. Hablabas perfectamente el lenguaje de mis silencios.
Pero ahora, cada vez que algo se desliza entre el espacio de la pared y mi almohada me da taquicardia. Qué monstruo sentimental me esperará en esas cajas llenas de amor expirado? Mi profesora de Antropología, tan sabia ella, explícitamente recomienda que todo aquello que te recuerda a un pasado sin presente (ergo, a ti) debe ser eliminado.
Qué agallas las de ella!
“Regata no, Julia”, siempre me decías con una sonrisa entre dientes. “Se llama Trattoria Florentina”.
Eso eso, Bonito.
Yo sé que debo, pero cómo botarlas si por casi cuatro años fuiste mío. Dos cajas y media llenas de ti siguen debajo de mi cama, tratando fuertemente de olvidarte, de enterrarse. Es que además de los recuerdos, las cartas de gatitos, y globos de aniversario, las cajas emanan esta energía indescriptible que por tanto tiempo me llenaba y me decía buenas noches. Que me entendía sin yo decir una palabra. Hablabas perfectamente el lenguaje de mis silencios.
Pero ahora, cada vez que algo se desliza entre el espacio de la pared y mi almohada me da taquicardia. Qué monstruo sentimental me esperará en esas cajas llenas de amor expirado? Mi profesora de Antropología, tan sabia ella, explícitamente recomienda que todo aquello que te recuerda a un pasado sin presente (ergo, a ti) debe ser eliminado.
Qué agallas las de ella!
Yo sé que no cabía, pero igual traté. La música es tu mundo y no es lo mío, pero yo igual soñaba con acompañarte entre notas y toques. El talento lo reconoce cualquiera, pero por alguna razón nunca pude convencerte de lo que veía en ti si los demás no lo hacían. La música me quedó grande.
Yo sé que no debería, pero quiero. Quiero recordarte bonito. Tengo tantas cosas de ti en mí hoy, que sería un desperdicio dejarme llevar por estos nudos en la garganta y espadazos a mi ego. Con los años la motivación me la multiplicaste y la indecisión se fue con paciencia y cientos de “tu si puedes.” Y es que para qué olvidarte? Si te conozco tanto como tú me conoces a mi. Si sé que a pesar que tu amor propio siempre ha sido mayor que el mío, y que mi sentido de independencia es mucho más sincero que el tuyo, vales la pena recordar.
Yo sé que es difícil, pero tengo que aceptar que esa casa californiana, llena de gatos y perros y de una isla enorme en la cocina, no era para nosotros. Era para una pareja dispuesta a trabajar los sueños propios por un futuro nuestro. Una pareja que no entendía que por más que quisiera, no estaba hecha para siempre. Por eso hoy, agarro todo este cariño, estos recuerdos, tus sonrisas y sorpresas, mis besos y los tuyos, y te dejo ir.
Ya te fuiste, pero te dejo ir.