Monday, January 13, 2014

Así me despidió Venezuela

Así me despidió Venezuela, con Monica Spear.

Rayma 13 de enero de 2014

Llegué el 18 de diciembre a Venezuela emocionada por salir del frío y por comer el perico fantástico que Guigui siempre me hace; por ver a mis papás y por ir a la playa con mis tíos y abuelo.

Mientras hacía la conexión en Miami, me impresionó lo discreta que fue la gente. No tenían bolsas y bolsas de Duty Free, ni carry-ons que bien podían ser considerados equipaje con sobre peso. Sorprendentemente tampoco tenían bolsos, camisas ni llaveros con el I <3 Miami impreso. En el momento me alegré porque pude poner mi carry-on rosada, llena de regalos que los oficiales de la Aduana podrían considerar apetecibles, cerca de mi asiento y no al otro lado del avión. Estaba hasta orgullosa que nos estuviéramos comportando tan civilizadamente, sin atraer miradas gringas o europeas llenas de pena ajena. Hoy me supongo que las personas ya ni tenemos dólares que raspar para comprar whiskey y perfumes tax free.

Después de un viaje tranquilo, al lado de dos personas que nunca pararon de narrar sus historias de vida, ni para escuchar las instrucciones de seguridad (típico), aterrizamos en Maiquetía puntualmente. Menos mal que al avión no le falló ni un bombillo porque los hubiera dejado atrás sin piedad alguna: encima que te tocó la ventana, no nos puedes hacer el honor de quedarte dormida?!

Como que si llego a mi casa antes de la medianoche, me dije cuando, entusiasmados esperábamos que apagaran la señal del cinturón de seguridad.

Si Luis.

Al parecer, American Airlines, como tiene el nombre del imperio escrito en el costado de cada avión, siempre tiene problemas en Maiquetía. No les dan la autorización necesaria para moverse de la pista de aterrizaje sino después de joder un buen rato.

Tal y como el aeromozo le explica a la señora Country Club, que amenazaba con un ataque de ansiedad y de tirarse por la ventana (Ábremela que me salgo ya!), nos tomó una hora y media estacionarnos en una puerta de desembarque, abrir la puerta del avión y bajarnos a la sala de immigración. Qué casualidad que dos semanas después, dicha aerolínea decide parar la venta de tickets con destino de o hacia Venezuela. Se cansaron de jugar a la marioneta con el centro operativo de Maiquetía. AirEuropa, Lan Chile, Aeromexico, hicieron lo mismo, ni bobos que fueran.

Mi estadía en Caracas fue como la había planeado: llena de familia, arepas, pan de jamón y vino tinto. La torta negra de la Tutodeli fue el highlight de mi escena culinaria navideña. Conseguí el libro de Toto a la primera y fui a la playa al siguiente día de haber llegado. Perfecto. Me quedó el vestido para la boda que me mandé hacer en agosto, un milagro. Trabajé durante la última semana y mi jefe me despidió con un trip para Avila Burger. No hubo necesidad de pago después de esa Humboldt Burger.

Qué vaina que el 6 de enero Monica Spear y su esposo fueron asesinados por una banda de chamos contemporáneos a mí que opera en la carretera de Puerto Cabello. Tan bien que iba todo.

En un país que gira en torno al Miss Venezuela, las novelas, el pan Bimbo diet y el chisme, la muerte de la ex-Miss Venezuela 2005 y actriz de novelas tipo Mi Prima Ciela, fue todo un escándalo. Un escándalo que no sólo resonó por todos lados sino que hasta causó la creación de un fondo por Miss USA 2005 para garantizar los estudios de esa pequeñita herida de bala.

Su muerte destapó los miles de hechos similares que hasta ese día eran considerados rutinarios y aburridos. Twitter y Facebook estallaron, los comentarios en la sección de Opinión del Universal, que según mi mamá (la fan #1 de dicha página), son generalmente pocos, fueron cientos y cientos. Me cuenta que hasta los editores del periódico se cansaron de hacer su trabajo y dejaron pasar grosería pareja. No había otro tema de conversación que no fuera ese. El hecho se convirtió en Roma: Todos los caminos llegaban al cuento de Monica Spear. "Viste lo que le paso a..." Cuentos de asesinatos, secuestros, motorizados robando iPhones salieron a la luz y protagonizaron mis últimos días en Caracas. Que estrés.

Muchos decían que les agradaba la respuesta del público y de los artistas (que ahora son políticos también) porque por fin protestan algo que sucede todos y cada uno de los días en Venezuela. Protestan algo a lo que nos hemos ido acostumbrando con el tiempo. Y aunque entiendo que no podemos dejar pasar las millones de muertes, las miles de viudas, se imaginan que esta respuesta sea la regla y no la excepción? Explotaríamos mínimo.

Para el jueves ya no quería ni salir de mi casa, por miedo y paranoia. No quería ni abrir Twitter. Yo puedo vivir con Rayma buscando a su perro Schnauzer llamado Blue twenty four seven (regrésesenlo vale, pobrecita), pero no puedo con el recordatorio constante del QEPD de los 24.763 venezolanos asesinados durante el 2013, buena parte de los cuales, por cierto, pasaron delante de mis narices mientras me bronceaba en Cayo Sal.

Así tal cual no hablo de mi ex novio, los venezolanos obviamos estos hechos para sobrevivir el día a día. Para no pasarla tan mal. Prefiero quejarme de la falta de papel tualet, que de cuando seis tipos entraron a mi casa armados a joder. It's a matter of survival.

Monica Spear me dejó con ganas de no volver y de volver a la vez. De rezar un Ave María y de agarrar un bate para caerle a ñapas a todo el mundo que asocie la palabra "trabajo" con "secuestro". Porque es eso. Mientras que en otros países los adolescentes se preocupan por encontrar trabajo como niñera o barista, en Venezuela se preocupan por ver qué malandro les va a regalar una pistola a cambio de robar casas y espicharles los cauchos a una familia inocente en la carretera de Puerto Cabello.

El caso de Monica Spear no debería ser necesario para que el pueblo se levante,  así como tampoco hace falta la bola de estrés que mi mamá, la vecina, la peluquera me crearon para que yo sepa y le pida a Venezuela que no me vuelva a despedir así.

No me vuelvas a despedir así, si? Que me nubla la mente de lo realmente importante: una última noche rodeada de amigos y el borracho de la arbolada.