Sunday, August 26, 2012

Libres Entre Comillas


Un filósofo moderno (en este momento no me acuerdo de su nombre) una vez dijo: "El hombre nació para ser libre". El hablaba, si no me equivoco, de los tiempos en que le tenías que responder a un rey, o  rodaban cabezas. Y tenía razón: deberíamos poder responderle a alguien si nos provoca, o por mera conciencia. Pero libres, no creo que seamos. En mi humilde opinión, el hombre nació, no para la libertad, si no para todo lo contrario. 


La primera lección de cualquier clase de sociología se dedica a explicarte que el hombre es un animal social. Que no puede vivir solo. No puede comer solo, cambiarse los pañales, o ir a la esquina por su cuenta en caso de poder perderse. Formamos entonces una conglomeración de gente dependiente. La sociedad sirve para hacernos compañía y repartirnos las responsabilidades, a la vez que nos pone otras encima. Es decir, no todos tenemos que encargarnos de encarcelar a los maleantes, pero todos nos tenemos que preocupar por no convertirnos en uno. Si yo sé, está socialmente (y lógicamente) acordado que ser ladrones está mal; pero es precisamente esa limitación de valores que nos han inculcado la que nos "roba" (por tan absurdo que pueda parecer) nuestro poder de decisión. Si yo amanezco un día con ganas de robar una licorería ni mi conciencia, mis papas o la policía me deberían dejar. 

Las sociedades, quitándoles la máscara de súper héroes, son un control social disimulado. Establecen qué esta bien, qué esta mal, qué es perdonado y qué es imperdonable. Crean la ilusión de ser libres (como dice nuestro filósofo anónimo) en un mundo bien esposado.
 Por ejemplo, cuando uno comienza su vida universitaria, uno llega con la expectativa de por fin hacer lo que nos de la regalada gana, por evitarme cualquier vocabulario indecente. Por fin nos liberaremos de nuestros padres, de las tareas, de las explicaciones fastidiosas (pero a la larga extrañadas) de cómo estuvo nuestro día.  Y es verdad. No más dependencia.
Ah, como la extraño.
Es que nuestro sueño de ser adultos es bien majunche. No sabemos que la realidad es exactamente lo contrario. No nos hacemos mas libres, nos quitamos metros de cuerda. Es que el ser humano más libre es aquel bebé que no puede comer solo. Ese sí hace lo que quiere, y no hay quien le reproche. Yo por mi parte, por muy bebé que me gustaría volver a ser, tuve que aguantar toda una semana de charlas, programas y leyes relacionadas con todo lo que no podía hacer en "my very first week of college": no puedo tomar (Yunated Esteits), no puedo faltar a clases, no puedo fumar. Eso sí, nada de curfew.

Y es que si tomo puedo terminar como una mexicana: deportada (perdonen el estereotipo). Si falto a clases pierdo dinero, y quién quiere eso. Si fumo, me llaman a los bomberos. No gracias.
El adulto se tiene que calar los momentos incómodos (todos y cada uno) que le encantaría saltarse como un adolescente se salta un regaño. Sin refunfuñar.

Repito, libres un carrizo.
  
Ese sueño que tenemos de cumplir 18 y hacer lo que nos venga en gana pasa a mejor vida cuando nos damos cuenta del trabajo, de las obligaciones económicas, del peso de tus hijos y de los peligros de no cumplirlos. Pronto nos damos cuenta que es preferible ser un niño dependiente y feliz con alguien detrás para barrer tu desastre, que poder votar, por ejemplo. Mucha responsabilidad.

Yo sí creo, sin embargo, que la libertad existe. Eso sí: viene, como todo lo bueno, en empaques pequeños y caros. Es breve, momentánea. Yo digo que se nos presenta cuando cambiamos de roles en la sociedad.

Ya me explico.

Volvemos al ejemplo del bebé. Como no te sabes ni tu nombre, ni como ir al baño, te llevan cargado a todos lados. No te dejan tocar el piso, ni al perro.  Tú, mientras tanto, lo único que quieres es alcanzar las galletitas esas que ves sobre la mesa. Por eso cuando aprendes a caminar, te sientes como una persona nueva, y sobre todo libre. No crees? No tienes que llorarle a tu mama para ir a tocar esa cosa tan curiosa. Así te caigas, puedes ir solito a descubrir el mundo. Así mismo pasa cuando te dejan cocinar tu primera arepita, cuando te dejan sentarte detrás del volante o te dan el privilegio de montarte en un avión por tu mera cuenta. Pero, ya al rato te acostumbras a caminar, cocinar, manejar, etc. De repente ya no es especial ni emocionante. Es cotidiano.

Por eso es que la gente se la pasa inventando y/o haciendo estupideces. Si ese sentimiento de libertad se obtiene cuando tus responsabilidades cambian de cierta forma tu rol en la sociedad, debe también estar presente cuando no haces lo que regularmente. No?
Nos cansamos de la rutina, y por ende buscamos cosas nuevas cosas que hacer: tatuarse, saltar en bungee, irse de mochilero y esas cosas divertidas. Es como si quisiéramos curvear esa línea recta que se apoderó de nuestras vidas. O salirte de ella, mejor dicho. Ésta es la verdadera fuente de todas las aventuras y loqueras que vemos diariamente. Que si Lady Gaga se disfrazó de vaca, que ahora el Quiditch es un deporte, que nos mudamos de cultura a cada rato, etc. Todas las actitudes “innovadoras” que vemos en nuestro mundo globalizado pretenden simplemente liberar al hombre, al menos por un rato.

En fin, el ser humano crea (lo sepamos o no) los conflictos, las llamadas injusticias sociales y los estereotipos para no aburrirse. Para no estar solito y uniformado. Para tener algo que hacer.
Te hacen sentir humano y no un átomo mas.
Y menos mal... porque yo sin sociedad me volvería loca.

PS: esto lo escribí en mi época de odio malcriado a la filosofía (bueno, mas bien a mi profesor).


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